Una campaña sojera que deja productores a un costado del camino

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El ingeniero agrónomo Martín Canteros analizó la campaña agrícola y reflexionó sobre el presente y las oportunidades que ofrecen los cultivos especiales. “Sí, terminó una campaña para el olvido, mucho peor de lo que esperábamos”, señaló.

Señaló que las lluvias intensas, sumadas al calor y a los efectos acumulados de campañas anteriores, dejaron su huella.

“Ya veníamos arrastrando años difíciles. Esta vez fue peor. No sólo hubo menos kilos, sino que la calidad también fue muy mala, tanto en el algodón como en la soja”, señaló, añadiendo que “no sé si fue el peor año, pero claramente es uno de los más complicados por el arrastre que tenemos”, aseguró Canteros, al tiempo que explicó que las deficiencias productivas se acentúan porque, dependiendo del cultivo, ya son dos o tres años consecutivos de bajos rendimientos.

El trigo y su competencia con el girasol.

Sobre la superficie sembrada con trigo, que ronda las 143.000 hectáreas en la región, Canteros señaló que si bien no es una cifra baja, tampoco fue una campaña extraordinaria. “Lo que pasa es que el principal competidor del trigo en nuestra zona es el girasol. Y cuando tenemos un otoño muy húmedo, el girasol se vuelve una opción económicamente más atractiva”, explicó.

“El trigo es más barato de sembrar, pero no todos los años entrega kilos. El girasol, en cambio, requiere más inversión, pero también puede dejar una mejor rentabilidad”, añadió el técnico.

Los cultivos no tradicionales

Consultado sobre la creciente atención hacia los cultivos no tradicionales, como la carinata, el cártamo o el sésamo, Canteros fue claro: “Son oportunidades que tienen las empresas para diversificar, pero no se pueden generalizar. El mercado para este tipo de cultivos es muy chico y no soporta grandes superficies”.

El ejemplo reciente es el sésamo: “De tener 80.000 a 100.000 hectáreas en Argentina, pasamos a competir con Brasil que hoy tiene entre 600.000 y 700.000 hectáreas sembradas. Y eso afecta el precio internacional”, detalló. También recordó el caso de la chía en 2014 y 2015, que luego de una euforia inicial por sus precios altos, terminó cayendo al saturarse el mercado.

Pese a las limitaciones, Canteros reconoce que los cultivos especiales ya están instalados y representan una alternativa válida: “Ya existe el mercado, el acceso a la semilla, y están adaptados a la región. No son rarezas como hace 10 o 15 años. Son una opción viable para situaciones puntuales, como cuando no se pudo sembrar en diciembre, enero o febrero. No hay que descartarlos, pero tampoco pensar que reemplazarán a los cultivos tradicionales”, concluyó.

Expectativas sobre el girasol y el algodón

Consultado sobre las perspectivas del girasol, Canteros señaló que hay una combinación de factores que impulsan el interés por este cultivo: “No es solamente que llovió para el girasol, sino que hay una necesidad de las empresas agropecuarias de tener algo rentable a fin de año”.

En cuanto a la superficie, estimó que podría alcanzarse e incluso superarse las 300.000 hectáreas, aunque advirtió: “Venimos de dos o tres campañas muy malas en verano, donde normalmente se siembran más de un millón de hectáreas. Y ahora, entre trigo y girasol, apenas estamos en 400.000. Por más excelente que sea el girasol, no va a solucionar los problemas financieros que tenemos, pero sí va a permitir empezar el verano de otra manera”.

“Escenario complicado, cheques rechazados, poco acceso al crédito”

El escenario, sin embargo, sigue siendo complejo: “Hay mucho ruido financiero. Cheques rechazados, deudas acumuladas, dificultades para acceder a crédito. Hoy no es fácil tomar financiamiento para cubrir esas deudas, y eso repercute directamente en las decisiones productivas”.

Sobre el algodón, el ingeniero chaqueño cree que se mantendrá estable: “Se va a sembrar la misma superficie que en años anteriores. Es un cultivo totalmente adaptado a la región, y quien hace algodón no lo deja de hacer. En Santiago del Estero la proporción entre soja, maíz y algodón está más equilibrada. En Chaco, tal vez veamos un poco más de soja y maíz”.

Dependerá del clima

Canteros subrayó que todo dependerá nuevamente del clima: “La primavera será clave. Las perspectivas indican que podríamos tener un diciembre y enero complicados otra vez, como en años anteriores. Eso nos obliga a atrasar fechas de siembra y tomar decisiones con mayor precaución”.

También advirtió sobre consecuencias visibles de la falta de financiamiento: “Hay muchas hectáreas de soja que fueron molidas, porque no se pudo controlar la maleza. Algunos lotes no tuvieron acceso al control químico por falta de crédito. Eso ya genera problemas agronómicos y obliga a mover los suelos. No es lo ideal, pero muchos lo hacen para salvar la empresa”.

En relación a los precios, puso un umbral claro: “Para que el girasol sea rentable en campo alquilado, necesitamos un precio de al menos 350 a 360 dólares por tonelada. En campo propio, con menos puede funcionar, pero el 60 o 70% de la agricultura en nuestra zona se hace en campo alquilado. Para que sea viable, necesitamos más de 2.000 kilos por hectárea y un buen precio”.

Trigo y girasol: para cubrir pérdidas

Además, explicó que tanto el trigo como el girasol servirán para cubrir pérdidas: “Todo lo que se obtenga ahora va a usarse para tapar huecos. Nada va a sobrar. Y si bien el trigo es barato de sembrar, también tiene un punto de equilibrio: hay que superar los 2.200 o 2.300 kilos para que sea comparable con lo que puede dejar un girasol”.

El ingeniero Canteros también analizó el comportamiento del productor en contextos difíciles. “En épocas buenas, el productor invierte en fierros. Pero ahora, si tiene una mínima ganancia, la usa para tapar baches. La prioridad es recomponer la situación financiera, saldar deudas y recuperar el acceso al crédito”, explicó.

Señaló además que la cadena de pagos está tensionada y que la situación podría extenderse hasta la primavera: “Esto va a seguir así hasta septiembre u octubre, hasta que se acomoden las deudas, se negocien los cheques rechazados y se reactive el circuito financiero. Y todo esto en un contexto donde los créditos no están adaptados a la realidad de la empresa agropecuaria”.

Canteros también remarcó que el escenario internacional no ayuda: “No hay grandes perspectivas de suba en los precios internacionales, lo que agrava aún más la ecuación para el productor argentino”.

Apelar a la diversificación

Frente a eventos climáticos extremos, Canteros cree que el sistema productivo chaqueño debería avanzar hacia una mayor diversificación: “En otras regiones, como Paraguay, la ganadería y la lechería conviven con la agricultura. Entonces, cuando un cultivo falla, hay otro que sostiene el sistema. Pero en zonas como el oeste del Chaco, la ganadería casi no está presente. Somos muy agrícolas y eso nos deja sin red cuando el clima pega mal”.

Según el ingeniero, esa falta de diversificación deja al productor expuesto: “Es una ley económica: no se puede poner todo en una sola canasta. Si no avanzamos hacia una producción mixta, cada dos o tres años vamos a volver a caer en este desequilibrio”.

Consultado sobre las diferencias entre productores por escala y estructura, Canteros hizo foco en la falta de cooperación y conocimiento compartido: “En Brasil hablan de productores, no de chicos, medianos o grandes. Se organizan, se juntan, y producen más. Acá, en cambio, se ha perdido la cultura de trabajar en grupo”.

La agricultura del conocimiento

 “No hace falta estar dentro de una organización formal. Si cinco productores se juntan, pueden contratar a un especialista, un contador, un ingeniero, alguien que aporte conocimiento. El camino más accesible hoy en la agricultura es el conocimiento”.

Según Canteros, compartir experiencias y saberes es la base para una mejora colectiva: “Lo más barato que existe en el sistema hoy es aprender. Y el sistema mismo nos va a empujar a eso. No sólo para que algunos pasen a ser prestadores de servicios, sino porque el avance de la tecnología y la complejidad de la producción nos exige estar preparados”.

Finalmente, reflexionó sobre el aprendizaje que dejan los años difíciles: “Las fechas de siembra, los errores cometidos, los inviernos atípicos, todo eso nos viene a enseñar algo. Está en cada uno decidir si lo aprende o lo deja pasar”.

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