Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 41 segundos
Cuando en una familia se anticipan tiempos difíciles, hay dos caminos básicos: reducir los gastos o aumentar los ingresos. Lo que no puede hacer un hogar serio es ignorar la realidad. En momentos de crisis, es natural que se analice dónde recortar, qué costear, y qué posibilidades hay de generar recursos. Este razonamiento tan doméstico aplica con urgencia a la provincia del Chaco.
En nombre del “ajuste”, estamos presenciando un recorte desordenado que afecta funciones esenciales del Estado. Organismos que generan ingresos —como los vinculados a la gestión forestal, fiscalización, catastro, servicios productivos— han visto reducido su personal y su capacidad operativa.

Pero el despido o la paralización de áreas clave no siempre reduce el gasto: muchas veces lo aumenta, por ineficiencia, demoras en trámites, pérdida de control y debilitamiento del entramado formal. En una casa, nadie despide a quien trabaja. Se reorganiza, se prioriza, se invierte en lo que produce. Y eso debería hacer el Chaco.
Pero si el ajuste no alcanza —y claramente no está alcanzando— hay que mirar hacia el segundo camino: aumentar los ingresos. Para ello, debemos enfrentar una verdad profunda y polémica.
Mentalidad conservacionista pero antiproductiva
La provincia del Chaco lleva años gobernada por una mentalidad conservacionista antiproductiva, donde la idea de desarrollo fue sustituida por la lógica de reparto. Se protegieron territorios de manera extrema, se impuso la paralización de actividades lícitas, y se promovió la distribución de recursos sin que existiera generación genuina de riqueza.
Un modelo que terminó alimentando el asistencialismo, inhibiendo la iniciativa privada y condenando al éxodo a quienes querían emprender.
El resultado es alarmante: más del 70% del territorio chaqueño se encuentra sin actividad productiva real. No por falta de recursos, sino por trabas institucionales. Prohibiciones sin fundamento, regulaciones desactualizadas, estructuras lentas, ausencia de incentivos. Y la tenencia precaria de la tierra —uno de los temas más sensibles— impide que muchos productores puedan acceder a crédito, invertir y crecer.
Riqueza en manos, pero sin acción
La tierra está, la vocación productiva también, pero el sistema no deja que se pongan en marcha.

Y eso nos lleva al corazón de este análisis: Chaco tiene condiciones naturales, cultura emprendedora, capacidad de trabajo, tecnología disponible, y capital dispuesto a invertir. Lo que falta es una decisión política: abandonar el modelo del reparto sin producción y abrazar un modelo de desarrollo integral.
Esto implica modernizar el Estado, digitalizar gestiones, acelerar trámites, ordenar la legislación sobre tenencia de tierras, y dar garantías a quienes apuestan por el trabajo formal, la inversión responsable y la producción sostenible.
Como en cualquier hogar, no se sale de la crisis apagando luces: se sale generando valor. Se sale fortaleciendo lo esencial y creando nuevas fuentes de ingreso. Chaco tiene el potencial.
Solo necesita que le quiten el freno, que se lo escuche, que se lo respete. Hoy más que nunca, tenemos que elegir entre el ajuste desordenado y el desarrollo con planificación.
(*) Miguel Angel Lopez es productor, dirigente forestal e ingeniero agrónomo.
PUBLICADO en NORTE RURAL, de Resistencia, Chaco.-